lunes, 24 de noviembre de 2008

Cerrado por derribo

Querer significa hacer cosas que no te apetecen, incluso te duelen, pero que debes hacer por la otra persona. A nadie le gusta renunciar a algo que nos alimenta de alguna manera, que nos apoya en nuestra existencia. Pero cuando esa persona está ahí sin pedir nada a cambio, con un alto concentrado de sentimientos en la sangre, y el tuyo más diluído, tienes que ser fuerte y dejarla marchar. Aunque no quiera irse, aunque tú no quieras que se vaya, debes dejar el egoísmo de lado y darle su espacio. Para que se recomponga, para que llene esos huecos con otras cosas, para que pueda llegar a querer a otro ser. Porque seguramente no sea consciente del daño que le estás haciendo, pero de otra manera las heridas no cicatrizan.

Una vez pasado ese periodo, quizá se pueda empezar de nuevo una amistad, distinta a la anterior, pero pura y ante todo... sana.



A veces tomar estas decisiones duele mucho, y hace daño. Pero es lo que debo hacer.



Porque te quiero. Porque me quiero.




Cerrado por derribo



Este bálsamo no cura cicatrices,
esta rumbita no sabe enamorar,
este rosario de cuentas infelices
calla más de lo que dice
pero dice la verdad.

Este almacén de sábanas que no arden,
este teléfono sin contestador,
la llamaré mañana, hoy se me hizo tarde,
esta forma tan cobarde
de no decirnos que no.

Este contigo, este sin ti tan amargo,
este reloj de arena del arenal,
esta huelga de besos, este letargo,
estos pantalones largos
para el viejo Peter Pan.

Esta cómoda sin braguitas de Zara,
el tour del Soho desde un rojo autobús,
estos ojos que no miden ni comparan
ni se olvidan de tu cara
ni se acuerdan de tu cruz.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir "condios" a los dos
nos sobran los motivos.

Esta paya tan lejos de su gitano,
este penal del Puerto sin vis-a-vis,
esta guerra civil, este mano a mano,
estos moros y cristianos,
este muro de Berlín.

Este virus que no muere ni nos mata,
esta amnesia en el cielo del paladar,
la limusina del polvo por Manhattan,
el invierno en Mar del Plata,
los versos del Capitán.

Este hacerse mayor sin delicadeza,
esta espalda mojada de moscatel,
este valle de fábricas de tristeza,
esta espuma de certeza,
esta colmena sin miel.

Este borrón de sangre y de tinta china,
este baño sin rimmel ni nembutal,
estos huesos que vuelven de la oficina,
dentro de una gabardina
con manchas de soledad.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Que vivan las novios!

Viendo el vídeo de la boda de mi prima, mi abuela lleva repitiendo toda la mañana una sola frase… “Nuri, el día que te cases que guapa vas a ir!” y yo no puedo más que sonreírle y pensar… ¿me casaré algún día? Es probable, pero... ¿estarán ellos para verlo? Eso no lo sé.

Boda aparte, llevo días meditando acerca de mi vida sentimental, de la que con sólo 25 años podría escribir una novela rosa, al más estilo Danielle Steel. Viendo este mismo vídeo, anoche mi tía reflexionó sobre ello, sentenciando que había tenido mala suerte en el amor.
¿Mala suerte? Puede que algunas cosas no salgan como tú deseas porque no dependen solamente de ti, pero de la mayoría somos responsables directos o indirectos. Yo decido cómo vivir mi vida y con quién. Me equivoco, pues soy humana, he dejado escapar a personas maravillosas y otras me han dejado escapar a mí. Pero ¿se puede mandar sobre el corazón? Yo no. Seguramente si eso fuera posible todo sería más fácil, pero como sólo ocurre en contadas ocasiones, y a mí aún no me ha pasado, tenemos que aprender a sobrellevar lo que nos dicta esa vocecilla interior. La mía últimamente está inconformista, no quiere amores a medias, amores forzados, amores sin música. La música que hace que se disipe cualquier atisbo de duda y simplemente bailes sin parar hasta que deje de sonar o hasta que la muerte la calle.
Las veces que me he enamorado he terminado con el corazón hecho añicos. Pero eso te hace más fuerte, más exigente, más madura. Aun con todo el aprendizaje hay momentos en los que me siento muy sola. Tengo personas a mi alrededor que sé que están ahí para tenderme la mano y abrazar mis soledades, pero no es un sentimiento físico el que me daña, es la soledad del alma, contra la que todos luchamos.

Seguramente llegará el día en el que ese sentimiento desaparezca, para siempre o no, pero sea lo suficientemente firme como para compartirlo en cuerpo y alma. Y ese día, abuela, me verás vestida de blanco (aunque sea roto) y yo te veré sonreír orgullosa porque tu nieta, al fin, se ha casado.